"Se me fue la musa. Se me escapó volando. Intenté aferrarla, obligarla a trabajar para mí. Le coloqué cadenas, y la sostuve con fuerza en mi mano apretada, contra mi pecho. Le grité, la amenacé, la hostigue, hasta que dejó de resistirse, hasta que creí vencer. Aflojé mi mano, donde la secuestraba de la libertad, y no había nada... No quedaba nada en mi mano derecha, sólo la marca de mi desesperación. Ahora tengo miedo de abrir mi mano izquierda, y que tampoco quede nada dentro de ella, y que sólo esté repleta de vacío".
-Tal vez debas abrir tu mano, para que nuevamente pueda entrar algo bueno en ella, y sostenerlo, en lugar de retenerlo, susurrarle en lugar de gritarle, hablarle, explicarle y no amenazarle. Puede que debas aflojar tu mano y concederle la libertad de abandonarte o de quedarse. Nunca se debe apretar con fuerza la mano en que se posa la mariposa.
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