sábado, 21 de julio de 2012

Salta decidida de la cama. Posa con extremo cuidado los pies desnudos en el suelo. Intenta andar, pero es incapaz de avanzar en línea recta. Al principio, sus músculos no recuerdan cómo se anda. Pero, con esfuerzo, logra dar un paso y, luego, otro. El suelo plano de linóleo la sopesa de una manera extremadamente práctica y la interroga. «¿Qué haces aquí?», le pregunta con frialdad. Pero ni que decir tiene que ella es incapaz de responder a esa pregunta.

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